“Sociedad Civil y Democracia (SCD), cuyo congreso constituyente tendrá lugar
en octubre de este año, en Madrid.
PARTIDO SOCIEDAD CIVIL Y DEMOCRACIA: VIVIR EN ESE MUNDO SIN SER DE ESE MUNDO
Alguno dirá que para cambiar el Sistema hay que convertirse en Sistema y a continuación sentenciará: eso no es posible, porque quien se integra en el Sistema fenece fagocitado por él. Pues no. Al menos no necesaria e ineludiblemente. Los cambios desde fuera, que son posibles, siempre son revolucionarios, implican consumo de violencia, y casi siempre se traducen en costes decisivos para la libertad o la vida de algunos, muchos o pocos individuos. Cierto es que en algún caso, como, por ejemplo, la revolución llamada de los claveles en Portugal, es posible que el movimiento se salde casi sin muestra de violencia física, pero resulta excepcional. En todo caso conlleva riesgo. Y, además, son muy especiales las circunstancias en las que un movimiento de este tipo cobra vida y realidad. Cuanto mas lejos de la violencia física mejor.
España vive momentos confusos. Todavía no convulsos, al menos no en lo que llamamos propiamente convulsión social. Pero la situación para muchas personas es desesperada, en lo económico, lo social, lo emocional,y lo humano en general. Se instala en ciertas capas sociales la desesperanza. Y cuando una situación social de este tipo se generaliza,la búsqueda de culpables aparece como válvula de escape de la frustración social. Y ahí, precisamente ahí, nos encontramos en este momento. Y los culpables, guste o no, tienen nombres y apellidos y pertenecen a uno de estos dos colectivos: banqueros y políticos. Es muy posible que se trate de una generalización excesiva, pero da igual. Es, como dice un amigo, lo que hay, lo que tenemos entre nosotros. Y ese material hay que manejarlo como un dato.
Lo peor es que el individuo afectado de modo severo por la crisis mira a su alrededor y no solo contempla posiciones de privilegios inconcebibles en la clase política, de ayudas con dinero público a bancos que no acaba de entender, sino que, además, se percata de que el aparato institucional no funciona, que la Justicia se sitúa en valoración mas que negativa entre los ciudadanos, que el ejemplo del Presidente del Poder Judicial y su dimisión forzada estigmatiza injustamente la labor de muchos jueces anónimos, que ciertos Fiscales con su obediencia al poder destrozan la teórica sumisión de la Fiscalía a la legalidad, que la Corona se encuentra en un momento mas que delicado, que los nacionalismos excluyentes culpan a España de sus males..:En fin un espectáculo en el que la sustancia económica, siendo grave, se encuadra en un marco en el que lo grave abunda por doquier.
Mal asunto. No tenemos convulsión social de momento, entre otras razones por el papel desempeñado por las familias, por la ayuda mutua que generan. Pero el deterioro puede acabar con los muros de contención de ese descontento. Y lo peor: la gente, al menos mucha gente, está convencida de que la clase política atiende sus intereses y que por ello tratará antes de cuidar de lo suyo que de lo propio de la sociedad. La desconfianza en la capacidad de la clase dirigente es general, como demuestran las encuestas de todo tipo.
Bien, en ese contexto, los discursos, las charlas, las conferencias, como decía en un artículo publicado hace unos días, están ya de mas. El diagnóstico es conocido, al menos lo es para muchos, con perfiles en unos casos mas precisos y concretos que en otros, pero suficientemente aceptado. Por ello el tema es el tratamiento. ¿Qué hacer? Pues es obvio: si la salida a esta situación reclama una serie de cambios normativos, habrá que plantearse como generarlos, como producirlos, y el camino lo marca el propio Sistema: hay que acceder al lugar en el que esos cambios se producen y este sitio se lama Parlamento. En nuestro sistema el único vehículo que puede transportarte a ese sitio es el partido político. Por ello quien quiera cambios tiene que competir electoralmente mediante un partido. ¿Cual? ¿Alguno de los ya establecidos? Podría ser, claro, pero la vida interna de dos partidos, al menos lo que se ve desde el exterior, no permite suponer que el camino sea efectivo. La clase política vive en torno a esos partidos. Y la convicción general es que esos partidos que viven del Presupuesto del Estado no solo no quieren cambiar el modelo de privilegios, sino todo lo contrario. Justo o injusto, la gente cree que el tejido de intereses mutuos abarca a las personas de los políticos y a los partidos en los que se encuadran. Por ello la integración en un partido convencional para provocar un cambio sustancial no parece, al entender de muchos, el camino adecuado. Aquí sí cabria sostener con bastante probabilidad, aunque no con total certeza, que la integración en ese trozo de Sistema elimina o fagocita. Alguno dirá que no es así, que existe libertad en el seno de los partidos convencionales, que su funcionamiento es democrático, que las corrientes son viables..Es posible, pero algunos que lo han vivido en sus propias carnes y experiencia aseguran lo contrario. En todo caso la percepción desde fuera es distinta.
Entonces no queda mas opción que una: si se quiere hacer algo concreto, real, efectivo, si se quiere pasar de la palabra a la acción, no queda mas sendero que el que marca el propio Sistema: crear un vehículo capaz de conducir, si la sociedad quiere, al lugar en el que se toman las decisiones.Eso se llama un partido político. Lo del nombre es secundario en este caso. La adscripción conforme a etiquetas convencionales no interesa. Se trata de definir unos cambios normativos, un modelo de convivencia y de relaciones entre la sociedad civil y el poder político, de concretarlo, de exponerlo a la sociedad y de comprobar si esta quiere o rechaza involucrarse en el cambio. Insisto: se trata de comprobar si esta sociedad civil quiere o no ser protagonista de su destino. No si quiere protestar, charlar, hablar, gritar, salir, manifestarse…No. Si quiere pasar a la acción consistente en generar un cambio normativo que le devuelva sus derechos y blinde sus libertades de cara al futuro y que genere un modelo en el que democracia no sea votar cada cuatro años, y en el que la participación de esa sociedad en los órganos del Estado se construya de modo que termine con el monopolio de los partidos políticos.
Todo esto, que es una vieja aspiración nunca cumplida, no es nuevo. Pero antes vivía en el mundo de los anhelos y esperanzas. Y ahora puede pasar, si la sociedad quiere, a las realidades. Por eso a nadie puede extrañar que la Sociedad Civil promueva un partido político, que se llame así para expresar que su ideario sintético es recuperar el protagonismo de esa sociedad civil frente a la clase política.
Conviene aclarar: la Sociedad Civil como asociación es diferente, con distinta personalidad jurídica, de la Fundacion Civil. Esta última la presido. La primera no. Ayer se generó cierta confusión que fue aclarada posteriormente. Obviamente mi nombre se utilizó, como no puede ser de otro modo. No en vano llevo hablando de Sociedad Civi y Poder Político desde 1993, y no sin coste, precisamente. Pero lo real es lo que digo. Hoy no estoy en ningún partido político. Es igualmente evidente que los ideales, las ideas de fondo de la Sociedad Civil, las comparto y proclamo desde hace años. Pero no se trata del partido de fulano o mengano. Se trata de un movimiento social que adopta esa forma porque quiere pasar a la acción. No quiere -es obvio- que nadie le fagocite. Pero no hay alternativa. Si se quieren cambios reales solo tienen ese sendero. No es copiar ni integrarse el Sistema sino utilizar el único cauce que el Sistema permite. Una vez con poder suficiente, se abrirán nuevas puertas, la relación sociedad civil/poder político será edificada sobre otras bases, pero de momento hay lo que hay.
Nace, por tanto, ese partido. En lo jurídico, lo orgánico, lo institucional no tiene que ver con la Fundacion Civil. En lo ideológico claro que si. Con la Fundacion Civil y con muchas otras asociaciones y fundaciones de este país. Y con muchas personas que no se integran en ninguna de ellas y que desean ese cambio. Una vez comprobado como funciona en la realidad el mal menor, es un vehículo de esperanza para muchos.
Insisto no es el partido de un nombre y un apellido. Es de muchos anhelos. Supongo, claro. Veremos hasta qué punto lo es. Se anuncia un congreso constituyente para Octubre. Ese será el momento de definirse, quien estará y quien no. Porque se pueden compartir ideales y no estar. Pero quien desee pasar a la acción, quien prefiera abandonar el discurso y la literatura para colaborar a un cambio real y efectivo, ya tiene un camino marcado, un sendero. Nadie dice que sea el único, pero es uno que puede ser decisivo. Si la sociedad civil, quiere, claro.
Si se desea pasar a la acción no violenta y tratar de introducir los cambios legislativos necesarios para cambiar el sistema actual por otro que funcione mejor, que garantice los derechos y libertades de las personas, las instituciones y la sociedad civil, hay que actuar dentro del Sistema, pero no para integrarse en el, no para ser fagocitados, sino precisamente para cambiarlo. Un viejo dicho de los sufis proclama: vivir en este mundo sin ser de este mundo. Pues eso: hay que penetrar en el Sistema para cambiarlo, no para instalarse en él. Producidos lo cambios, garantizadas las libertades, la vida sigue, pero con mejor aroma.